Del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan,
subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.
Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos
ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
—«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
—«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del
hombre resucite de entre los muertos».
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello
de «resucitar de entre los muertos».
INTRODUCCIÓN
El segundo domingo de cuaresma, en los tres ciclos litúrgicos, se lee el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos, que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Parece que hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro y difícil de la cruz.
EXPLICACIÓN
Es muy complicado encontrar un significado coherente con nuestra perspectiva actual. Sobre todo, si nos negamos a entrar por la puerta fácil y trillada de la explicación oficial. Para mí, es inaceptable que Jesús se dedicara hacer su puesta en escena particular. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.
La misma estructura del relato y su redacción a base de símbolos del Antiguo Testamento, nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de una teofanía, a ejemplo de las que se narran a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Como todas las epifanías, no supone que Dios en un momento determinado, desde su omnipotencia, realice un espectáculo de luz y sonido. Son sólo experiencias subjetivas que en un momento determinado garantizan la presencia de lo divino en un individuo determinado.
La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa cercanía y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida. A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones sensoriales, se trata de fenómenos paranormales que la misma persona produce.
Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no cambiando o violentando nada de ese mismo ser. Es más, la llegada a la existencia de todo ser, es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en el noúmeno. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.
El domingo pasado decíamos que Jesús, como verdadero Hijo de hombre, tuvo que luchar en la vida por encontrar su “salvación”. Esto es la consecuencia de ser plenamente hombre. Hoy se nos quiere decir que aún siendo hombre, había en él algo, que iba más allá de lo biológicamente humano...
Es muy probable que se trate de un relato pascual que, en un momento determinado se consideró oportuno retrotraer a la vida terrena de Jesús. En los relatos Pascuales, se insiste una y otra vez, en que ese Jesús Vivo, es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración, se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. Ese Jesús que vive con ellos es el mismo Cristo glorificado.
Quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, sólo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús, está en su humanidad, no añadido a ella en un momento determinado. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús con el fin de manifestar de manera apodíctica su divinidad.
“A los seis días” tiene un carácter simbólico. El sexto día del Génesis, tiene lugar la creación del hombre. A los seis días de trabajo sigue el descanso del sábado. También Moisés sube al monte Sinaí y está seis días cubierto por la nube, y al séptimo le habla Dios.
Pedro, Santiago y Juan fueron los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Eran buena gente, pero un poco duros de mollera. Parece que necesitaban clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en la agonía del huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús, en el capítulo siguiente, que quieren ser los primeros en su reino... Los tres demuestran no haber entendido nada del mensaje de su Maestro. Los tres necesitan un buen correctivo.
La montaña alta, la nube, la luz, la voz son todos elementos que aparecen literalmente en las teofanías del Antiguo Testamento. El monte sin nombre, es una clara referencia al Sinaí. Lugar de la más grande teofanía. La nube fue siempre signo de la presencia de Dios. La nube trae agua, trae sombra, trae vida. Sobre todo en el tiempo del desierto está siempre presente como signo de que Dios les acompaña. Los vestidos blancos son signo de la divinidad.
El hecho de que todos sean símbolos, no disminuye en nada la profundidad del mensaje que nos quieren transmitir, al contrario, el emplear el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios que eran todos judíos.
Moisés y Elías conversando con Jesús. Además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el Antiguo Testamento: la Ley y los profetas. Me pregunto, cómo supieron que se trataba de esos dos personajes. También me gustaría saber en qué lengua hablaban. Está claro que lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, la Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Desde ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.
¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte, que les había anunciado unos versículos antes Jesús para dentro de muy poco. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Pero ahora se encuentra a sus anchas.
Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento. Pedro, tan espontáneo, diciendo lo que piensa y manifestando su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quiere bajar, porque se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar.
Todos estamos dispuestos a subir, pero nos cuesta mucho bajar. No habrá plenitud de humanidad, mientras los de arriba no decidan bajar, y los de abajo no renuncien a subir por encima de los demás. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas hayan cumplido su papel y estén ya superados. La voz corrige esta visión de Pedro.
¡Escuchadle! Es la palabra clave. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él sólo. El Antiguo Testamento ha sido para los primeros cristianos, y sigue siendo hoy, el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy también lo es la estructura religiosa y todos los prejuicios que nos han inculcado sobre el mismo Jesús.
Escuchar, es la actitud básica del discípulo. La Palabra que “escuchamos” nos compromete y nos arranca de nosotros mismos.
No contéis a nadie... Es la referencia más clara a la experiencia pascual del relato. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó muy pronto. En el capítulo siguiente nos narra Marcos la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro siguió sin enterarse de quién era Jesús y termina negándolo ante una criada. Esto dos hechos hubieran sido impensables después de una experiencia como la transfiguración.
APLICACIÓN
La conclusión no es que no tenemos más remedio que aceptar la cruz porque es el único camino para la gloria. Ni para Jesús ni para nosotros, programa Dios unos sufrimientos porque quiere premiarnos con mayor gloria. No se llega a la vida a través de la muerte, sino que en lo que llamamos “muerte” está ya la Vida.
Seguimos aferrados a la dinámica de Pedro. Seguimos buscando una gloria que no tiene nada que ver con el evangelio. La única noticia buena es que la mayor gloria que podamos imaginar, ya está aquí. Pero está en la humillación y en la derrota, aceptada por amor, y no nos lo creemos. Sólo en la muerte de mi “ego” puedo alcanzar la verdadera “gloria”.
Con relación al Antiguo Testamento, tenemos un mensaje muy claro en el relato de hoy: hay que escuchar a Jesús para poder comprender la Ley y los profetas, no al revés. Seguimos demasiado apegados al Dios del Antiguo Testamento, como si el mensaje de Jesús nos viniera demasiado grande. Como Pedro, lo más que nos hemos atrevido a hacer es poner al mismo nivel la Ley, los profetas y a Jesús.
Todavía no nos hemos creído del todo que Dios sea Padre, Amor, Misericordia, Compasión. Seguimos escuchando mensajes sobre un dios que premia a los buenos y castiga a los malos, que curiosamente siempre son los otros.
Aplicando a Dios el método que nosotros empleamos con los animales (domesticarles a base de palo y zanahoria), estamos ridiculizando a Dios y desconfiando del hombre.
Meditación-contemplación
¡Escuchadle!
No se
refiere sólo a lo que nos dijo con sus palabras.
En
Marcos, Jesús nos habla más y mejor con su hechos.
El mayor
atractivo de Jesús es su coherencia.
En él, lo
que pensaba, lo que decía y lo que hacía era todo uno.
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Esa
autenticidad es la clave de un verdadero ser humano.
Era
verdad, le miraras por donde le miraras.
Ahí
tenemos el modelo y el ejemplo.
Nuestro
objetivo será arrancar de nosotros la mentira.
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Ahí está
la tarea de toda nuestra vida:
purificar,
día a día, nuestros pensamientos;
apartar
de nuestra lengua toda mentira;
evitar en
todas nuestras acciones la falsedad.
………..